DEVOCIONAL
8 de septiembre de 2025
Jesús entre dos ladrones: un devocional sobre el poder de su perdón

“Lo crucificaron, junto con los criminales, uno a su derecha y el otro a su izquierda… Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:33, 43 – Biblia El Mensaje).
POR SERGIO DALDI
Cuando el remordimiento por el pasado y el temor por el futuro parecen clavarte en una cruz emocional, recuerda esto: Jesús está en medio. No como un símbolo de debilidad, sino como el Salvador victorioso que transforma el dolor en redención y la condena en promesa. Él está presente, con poder, para rescatarte hoy.
Jesús no fue arrastrado a la cruz como una víctima impotente. Él fue el Cordero de Dios, el Rey del cielo, que eligió ocupar el lugar central entre dos culpables para mostrarnos el corazón del Padre: misericordia en lugar de juicio, gracia en medio del pecado, salvación en la hora más oscura.
Uno de los criminales se burló. El otro se quebró. Jesús, en el centro, no se defendió; simplemente respondió con una promesa eterna: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Esa escena es histórica y literal, pero también puede leerse con un profundo sentido simbólico. Muchas veces, nos sentimos colgados entre dos extremos que nos desgastan:
El remordimiento por errores del pasado, y
El miedo por lo incierto del futuro.
Ambos nos roban la paz. Pero en medio de ese tironeo, Jesús sigue estando presente. No como un derrotado más, sino como el Salvador con todo el poder para liberarnos. Él está en medio para recordarnos: No estás solo. Yo estoy aquí. Yo vencí. Yo te doy vida.
Cuando te sientes como entre dos ladrones, ¿sientes que tu pasado te condena? Jesús ya pagó por eso en la cruz. ¿Te angustia lo que vendrá? Jesús ya está en tu futuro, esperándote con propósito y provisión. ¿Te cuesta soltar el control? Jesús no necesita tu perfección, solo tu rendición. ¿Te identificas con el ladrón arrepentido? Solo di: “Recuérdame”, y escucharás: “Hoy estarás conmigo…”
Jesús no es un símbolo débil entre dos fuerzas humanas. Es el poderoso Hijo de Dios que transformó la cruz en el puente hacia la eternidad.
“Padre, reconozco que a veces me siento atrapado entre mi pasado y mi miedo al futuro. Pero hoy levanto la mirada hacia Jesús, el Salvador que no fue vencido, sino que venció en mi lugar. Jesús, gracias por estar en medio de mi quebranto, no como uno más, sino como el único con poder para salvarme. Espíritu Santo, ayúdame a confiar, a rendirme, y a recibir la paz que solo tú puedes dar. Declaro hoy que mi mente, mi alma y mi vida están seguras en Ti, Dios Padre, en tu Hijo Jesucristo y en tu Espíritu Santo. Amén”.
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